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25/08/2017 INNOVACIÓN INTERNACIONAL

Cómo una tipografía puede influir en la percepción de un sabor

En 1913 llegó a las Canarias un joven alemán que, a mitad del siglo XX, acabaría convirtiéndose en el presidente de la Asociación Americana de Psicología. Pero entonces, cuando su barco atracó en las islas, tenía otra misión: le habían encargado dirigir la Estación de Antropoides de Tenerife.

El estallido de la I Guerra Mundial paralizó el mundo y el psicólogo de la Escuela Gestalt permaneció refugiado en el Atlántico hasta que, en 1919, cerraron la institución. Durante ese tiempo, el joven aprovechó para investigar la relación que las personas establecían entre las formas y los sonidos. Se preguntaba si era algo arbitrario, individual, o si había una ley universal en la percepción de todos los humanos.



El alemán trazó dos figuras en un papel. Una era picuda, como un chispazo; y la otra, redondeada, como un dibujo de un libro infantil. Las mostró a cientos de hispanohablantes de las Islas Canarias y les pidió que asociaran las palabras takete y baluba a cada una de las imágenes.



La mayoría emparejó la figura de los picos con takete y la ovalada, con baluba. el joven publicó las conclusiones de este trabajo en 1929 pero nadie le dio importancia hasta que, en 2001, lo rescataron en su estudio sobre la sinestesia.



Los investigadores de la Universidad de California (EEUU) trataban de descubrir por qué muchas veces un sentido provoca la reacción de otro. Así, por ejemplo, una imagen puede evocar un sabor (la foto de una playa, al gusto a cerveza fría); un sonido, a un olor (el tubo de escape de una moto, al pestazo negruzco del carburante); un sabor, a un color (el ácido del limón, al amarillo estridente).



Otros repitieron el experimento entre anglosajones y hablantes del tamil, en India y Sri Lanka. Mantuvieron la forma de los dibujos y el sonido de las palabras, aunque retocaron las letras y convirtieron takete en kiki, y baluba en bouba.



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